José Jilberto Cárdenas Barría nace en la ciudad de Ancud el 30 de octubre de 1944, hijo de Manuel Antonio Cárdenas Martínez y de María Hortencia Barría Caro, integrante de una familia de 8 hermanos, cuatro mujeres y cuatro hombres.
Viajamos hasta la vecina orilla para conocerlo y saber de su alma de gitano por su constante nomadismo que lo hace trasladarse a diversos lugares del país, como carabinero, luego su vida de profesor de música, pasando por el oficio de colectivero y finalmente feliz residente en Porvenir, capital de la provincia de Tierra del Fuego.
El nos dice:
“Mi niñez fue maravillosa, con amigos y vecinos con los cuales disfrutábamos cada día y un establecimiento educacional que me entregó la base musical, por cuanto desde pequeño participaba en actos donde entregaba melodías a través de la guitarra y el acordeón. Uno de mis hermanos domina este último instrumento a la perfección y de él aprendí. Pero mi fuerte fue y ha sido la guitarra, la cual domino al revés y al derecho”.
“Al estar estudiando en Ancud, con mis compañeros de liceo hicimos un trío, con el novedoso nombre de Los Tres. Existía también en ese entonces otro grupo ancuditano, donde participaba el gran Patricio Manns con los hermanos Herrera, que se llamaba Los Príncipes y que eran como una especie de tributo a Los Panchos”.
“Cada uno de mis hermanos, siendo mayor de edad, tomó su camino a seguir en busca de mejores horizontes”.
“Postulé en mi ciudad para ingresar a Carabineros de Chile y quedé aceptado, y luego de aprobar en Ancud el curso respectivo, donde fui brigadier mayor, me destinaron a la capital del país. Yo llevo, hasta el día de hoy, el verde en mi corazón”.
“Esa institución me entregó todas las oportunidades para lograr lo que en este momento soy”.
“Luego de prestar servicios en la ciudad de Santiago, me trasladaron a la localidad de Codegua, una zona rural maravillosa, con todo lo que ofrece la Sexta Región, huasos, rodeos, la generosidad campesina, etc”.
“Debíamos recorrer, montados, el sector jurisdiccional del Retén Codegua y ello nos permitía llegar a lugares a veces inaccesibles para los vehículos, donde tomábamos contacto con la comunidad y solucionábamos muchos de los problemas que aquejan a la población rural que en muchas ocasiones les resulta difícil viajar a la ciudad a realizar trámites engorrosos”.
“Luego de un tiempo, me destinan, como cabo segundo, a la Quinta Comisaría de Puerto Montt donde, luego de un tiempo, continúa mi vida de verdadero gitano y me voy a Santiago de Chile”.
“Quiso el destino que regresara como carabinero a mi tierra, Chiloé. Cuando llego a la ciudad de Castro, conozco a Angela Diana Pérez Muñoz, que a la postre sería mi esposa, con la cual contraje matrimonio y de esta unión nacieron tres hijos: Mauricio, Emely y Paz. Razones de índole particular terminaron nuestra relación matrimonial”.
A estudiar música
“Gracias a la autorización que me otorgó la institución, pude continuar estudiando música y cuando obtuve mi título, el comisario me sugirió: -Usted debería ir a integrar el Orfeón de Carabineros. Pero, estaba en ese tiempo muy enamorado y no le hice caso”.
“Tuve otro traslado al norte del país y de ahí tomé rumbo a Punta Arenas”.
“Ya no venía como carabinero, porque al obtener mi cartón de Maestro de Música, solicité mi retiro”.
A José Cárdenas lo reciben en el Liceo Industrial como inspector y por esa razón debe irse a la ciudad de Antofagasta, para que allí lo cataloguen como un verdadero profesor de Música. En este lugar pudo trabajar con alumnos, formó grupos e incluso con otro maestro de la misma rama, integran un dúo con el cual recorren gran parte de la zona con bastante éxito.
“Pero como había comido calafate regresé nuevamente a Punta Arenas, donde me integré al Conjunto Folclórico del Magisterio. En el año 2003 me correspondió realizar con este grupo una gira a Puerto Montt. Pernoctábamos en un colegio y luego de salir a caminar regresé al establecimiento educacional donde ya estaban mis compañeros de conjunto. Al cruzar el paso de cebra, frente a la escuela, un vehículo que transitaba a exceso de velocidad me atropella lanzándome lejos. Los del conjunto, que miraban por la ventana, vieron con horror cómo yo volaba por el aire y no faltó quién hizo una broma de muy mal gusto cuando comentó: -Ahora sí que creo que José es brujo de Chiloé. ¿Lo vieron como pasó volando?”
“Estuve hospitalizado dos meses en coma. Todos pensaron que yo me iba, pero Dios dijo otra cosa”.
“Vi la luz al final del túnel. Me encontré con mis padres y conversé con ellos y me dijeron que se sentían felices donde estaban. Me invitaron a irme con ellos. Yo, apoyado en la pared, a la salida del túnel, medité y saqué la conclusión que aún no era mi hora y decidí regresar”.
“El problema fue que, recuperada mi salud, me esperaba un sumario administrativo en Punta Arenas”.
“¿La razón? Nuestra gira no estaba autorizada por la Secretaría de Educación ni el Ministerio. El grupo tenía fondos y los ocupó para el viaje que se realizó sin la anuencia de nuestros superiores. Habíamos hecho un pacto: si a alguien le pasaba algo, nadie podía reclamar. Pero mi ausencia fue demasiado larga y cuando mis jefes se dieron cuenta de mi larga inasistencia, simplemente me desvincularon para siempre”.
A remar de nuevo
El alma de maestro que sabe imponerse a las vicisitudes de la vida y del carabinero que se sobrepone a los embates del destino, no amilanó la existencia de José Cárdenas que se preocupó de vivir con su jubilación y un trabajo de colectivero, de cuando en vez”.
“Este oficio causa momentos de dulce y de agraz, porque hay pasajeros muy gentiles y otros muy exigentes, por decirlo de un modo elegante”.
“Subieron a mi colectivo un par de damas, una de las cuales iba con un ataque de ira, por haber sufrido algún contratiempo y vociferaba a los cuatro vientos. Para calmarla, le pedí leer su mano –haciéndome pasar por un experto en quiromancia-. Le dije cosas hermosas y le adiviné su pasado y le predije su futuro. La vi más calmada, pero era sólo la calma que anuncia un temporal. Al bajar me llenó de ‘elevadas’ (groserías) y lo menos que me dijo que era bonito. ‘Viejo tal por cual falso y mentiroso, y otros calificativos impublicables’”.
“Siempre concurríamos con Victoriano Avendaño y Juan Teneb, con los cuales formábamos un trío, a actuar para la Cena de Pan y Vino que se realizaba en Porvenir. En una ocasión, se sorteaba un bingo en la Cena y este era cantado por una dama porvenireña, Alicia Erika Schonherr Soriano. Durante nuestra actuación, ella tomó algunas fotografías que yo pensé en tenerlas algún día”.
“En cierta oportunidad, Alicia viajó con su nuera Anita a Zona Franca y, para trasladarse a su lugar de alojamiento, hicieron detener el taxi colectivo de la línea 15, la mejor de Punta Arenas, que yo conducía. Alicia se sienta a mi lado y el flechazo que me lanzó Cupido, me llegó directo al corazón. Conversando le pedí que me indicara la forma en que yo podría obtener las fotos de nuestra actuación, pero ella, indiferente, no me dio solución”.
“Pero yo tuve un ángel, su nuera Anita, la que al bajar del vehículo me pasa el dato diciendo: -Mi suegra, por si acaso, trabaja en la biblioteca de Porvenir”.
“Primero la llamé para contactarme con ella y luego de los primeros flirteos telefónicos decidí viajar a la capital fueguina con la excusa de ir a buscar los retratos”.
“Eso, marcó mi destino y formamos la más feliz de las parejas radicándome definitivamente en la vecina orilla”.
“Porvenir es una preciosidad y aquí es un verdadero remanso de paz lo que me provoca un descanso físico y espiritual”.
“A pesar que nunca guardé mi acordeón ni colgué mi guitarra, en Porvenir conocí a un amigo de este pueblo, Alejandro Kuvacic, que canta y toca en forma maravillosa la guitarra y al cual me sumo con mis instrumentos para alegrar nuestras veladas familiares”.
“A mi lugar de nacimiento, Ancud, solamente regreso con el fin de pasear, recorrer lugares que me traen recuerdos y llevar una flor a la tumba de mis padres”.
Fuente: La Prensa Austral